lunes, 24 de noviembre de 2008

Cristiamismo: Un Estilo de Vida

Nota Jesús no vino a enseñar una religión conformada por ritos, normas y leyes rígidas y humanas, sino a predicar el advenimiento del Reino de Dios
Af
ortunadamente ya han pasado los tiempos y se han superado esas prácticas --aunque todavía quedan grupos y personas que lo hacen--, en que los católicos defendíamos nuestra religión, como señala el dicho: “a capa y espada”; y se tenía un celo tal, que ante cualquier ataque a nuestra fe, a nuestras instituciones, a nuestras costumbres, a nuestra jerarquía, etc., respondíamos de inmediato de manera intolerante y falta de caridad, incluso con violencia, y muchas veces con una violencia desatada, vergonzosa y malévola. Ello fue posible gracias a la evolución del pensamiento teológico de la Iglesia, el cual, en el momento histórico cúlmen que fue el Concilio Vaticano II, rectificó y reconoció que sí hay salvación fuera de la misma; y que, aunque ésta es la Iglesia verdadera, pues fue la que fundó Jesucristo, y Él ha permanecido con ella y en ella, a pesar de todas las fallas, errores, traiciones, pecados, etc., que sus miembros a través del tiempo han cometido, y, cumpliendo su promesa, permanecerá con ella hasta el fin, existen otros caminos de salvación, todos ellos gracias a los méritos del mismo Jesucristo. Sin embargo, existen aún muchos resabios de ese tipo de religiosidad, así como una gran ignorancia entre muchos creyentes, de la Palabra de Dios y de la doctrina de la Iglesia, que provoca que éstos confundan al cristianismo --el el cual es una forma, un estilo de vida, enseñado con su palabra y su vida por Jesús-- con una simple religión o con una ideología, y como consecuencia, así lo viven. Y quien vive con esta creencia, corre muchos riesgos: desde el extremo de que a pesar de que se diga y se reconozca cristiano, viva en un ateísmo práctico, hasta otro extremo, que puede ser el fanatismo, lo cual está en la frontera de la violencia para imponer sus formas de pensar; o bien el llamado fariseísmo, por el cual se guía y actúa basado en la ley fría e inhumana; o el comercialismo, utilizando la religión para sus fines e intereses mezquinos; también un cristianismo, llamado a últimas fechas "ligth", es decir, ligero, fácil, cómodo, sin sacrificio, sin cruz; o un cristianismo exclusivista. Jesús no vino a enseñar una religión conformada por ritos, normas y leyes rígidas y humanas, sino a predicar el advenimiento del Reino de Dios, tan esperado por siglos; y la clave de su seguimiento estriba en descubrir, entender y comprender en qué consiste este Reino, lo cual no se podrá lograr con la simple inteligencia humana, ya que como Él mismo lo afirmó, “Su Reino no es de este mundo”. Es decir, no se identifica con los criterios y los valores terrenales intrascendentes, sino a través de una experiencia de vida, como lo deja entender el mismo Jesús en las parábolas del Reino, una de las cuales nos es recordada por el pasaje evangélico de este domingo y que en lo particular, por mi propia experiencia, es la que me dice más. En un momento de mi vida, en el que yo entraba a lo que podríamos decir la edad madura, el Señor me llamó de una manera radical a entregarme a su servicio en mi estado de vida como laico casado y empresario, y fue definitiva para mi respuesta: El Reino es como ese tesoro que para adquirirlo hay que vender todo lo que se tiene. Quien vive esta experiencia de desprenderse de todo, hasta de sí mismo --lo cual no implica un desprendimiento irresponsable que conlleve problemas económicos, en mi caso, para mí y para mi familia, sino un desapego a los bienes--, para hacer suyo ese Reino, que no es sino la persona misma de Jesús, habrá encontrado entonces la esencia del cristianismo y podrá vivirlo con autenticidad y conciencia.

http://www.informador.com.mx/suplementos/2008/27759/1/cristianismo-un-estilo-de-vida.htm

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